Ciclo «Música joven en la Casa Bardín» Homenaje a Rafael Rodríguez Albert, 40 aniversario de su muerte
Quinteto en La menor para clarinete y arcos. Rafael Rodríguez Albert
Compuesto en 1956 específicamente para su presentación al concurso de composición de música de cámara “Samel Ros” de ese mismo año, en el que finalmente resultaría vencedor, el Quinteto en La menor para clarinete y arcos de Rafael Rodríguelz Albert se puede considerar un magnífico colofón a la serie de composiciones camerísticas que el autor produjo a lo largo de los aós cincuenta y que marcan en cierta manera una década clave en el desarrollo de su producción compositiva. Ya en 1952 había recibido el Premio Nacional de Música por su Cuarteto en Re mayor para violín, viola, violonchelo y guitarra, seguido del magnífico Cuarteto en Mi mayor para cuerdas de 1953, finalista en el Concurso Internacional de Música de Cámara de Lieja y del Cuarteto en Sol menor, para instrumentos de arco y piano, datado en 1955 y que el proporcionaría el accésit al mismo concurso “Samuel Ros” en dicha convocatoria anual. Una prolijidad tal en la producción camerística no es casual ni responde a una inclinación personal y específica por el género. Sin lugar a duda, refleja por un lado la precariedad económica general de la época. Los compositores españoles del momento al igual que la inmensa mayoría de la población necesitaron multiplicar sus esfuerzos para aumentar sus ingresos y situar su nivel de vida en una posición aceptable. De ahí que figuras ya consagradas, siguieran presentándose en innumerables ocasiones a concursos y certámenes competitivos. En el caso de Rodríguez Albert, esta situación vital sería todavía más acuciante por su condición de invidente. Ya desde 1947 residía en Madrid y había venido desarrollando el cargo de Jefe del Negociado de Relaciones exteriores de la ONCE, que compaginaba con otras muchas actividades de carácter musical. Por otro lado, no deja de reflejar también las políticas culturales del régimen franquista que en los primeros años cincuenta, coincidiendo con una primera y tímida apertura internacional tras la década de la autarquía, apoyaron y fomentaron hasta la saciedad la creación de un corpus de repertorio camerístico español como estrategia de marketing cultural.
La obra fue estrenada por la Agrupación Nacional de Cámara y el clarinestista Leocadio Parras, a la sazón solista de la Orquesta Nacional de España, en diciembre de 1956, en el marco de una serie de conciertos en los que se presentaron también las otras dos composiciones merecedoras de sendos accésits en la citada convocatoria del Premio “Samuel Ros” de 1956, debidas a un jovencísimo luis de Pablo, y al ahora desconocido Antonio Altisent. Caracterizado por un claro neoclasicismo en su estilo y planteamiento formal, altamente disonante por momentos aunque sin perder jamás la noción de tonalidad, y con una indudable calidad y solidez constructiva, la obra ha sido muy probablemente la primera en la historia en su género debida a un autor español, y ello a pesar de su extemporaneidad al compararla con la producción europea del momento.
Francisco José Fernández Vicedo
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